lunes, agosto 14, 2006

Semana, Agosto 14 2006 - Perfil de un asesino en serie

Los perfiladores criminales han confirmado a lo largo de los años que casi todos los asesinos en serie son sicópatas. Nunca pierden el contacto con la realidad y cuando cometen un crimen saben perfectamente que lo están haciendo. Desafiar las normas sociales es, precisamente, lo que los satisface. Y no sienten culpa. Si lo dicen es para salvar su pellejo o alcanzar la libertad, pero nunca se arrepienten de lo que han hecho. Por eso, el consenso entre los siquiatras es que los sicópatas jamás se curan.

Usualmente son obsesivos, meticulosos y ególatras. No se creen el centro del universo sino el universo mismo, pero sus instintos asesinos pasan inadvertidos, a tal punto que ni siquiera quien comparte su cama imagina que duerme con un depredador. Los que han experimentado en la infancia acontecimientos traumáticos son de carácter más solitario y reservado. Crean en su cabeza un mundo propio donde son amos y señores, y nadie puede hacerles daño.

La criminóloga española Pilar Abeijón dice que los asesinos en serie pueden pasar semanas o meses planeando cómo atacar a su víctima, pero por lo general nunca quedan plenamente satisfechos porque la realidad no es tan perfecta como su imaginación. Siempre necesitan volver a planear cómo corregir ciertos detalles y así perfeccionar 'su obra de arte'. Escoger a su víctima, planear el crimen, los hace sentirse superiores, pero esa sensación se desvanece con el tiempo y es en ese momento cuando deciden pasar a la acción para recuperar el estado de gozo que les producía la fantasía. El modus operandi puede cambiar en la medida en que el asesino vaya evolucionando, pero lo que nunca cambiará es la razón sicológica por la que comete los asesinatos.


El crimen es un ritual en el que compensan sus frustraciones sexuales con el acto de matar. Tener poder sobre la víctima, oler su miedo, oír sus gritos, los excita. La tortura física y sicológica los hace sentir pequeños dioses que deciden perdonar o quitar la vida. Eso es lo que les produce verdadera satisfacción sexual, aun cuando no haya acceso carnal. Roger Depue, agente del FBI curtido en el tema, dice: "El violador experimenta el deseo de someter. El asesino en serie quiere apropiarse de la vida de su víctima. Para él la violación es secundaria, pero no el sentimiento de poder". Su ego es tan grande, que se embelesan con su crimen y cada nota de prensa sobre las muertes de las que fue artífice los llenan de gloria, por eso es usual encontrarles recortes de periódicos en los que salió reseñada su obra sangrienta.

Son seres profundamente perfeccionistas e intolerantes a la crítica, tanto es así, que más de uno ha caído en las redes de las autoridades por cuenta de su meticulosidad. En Estados Unidos y Europa es común utilizar la prensa como una trampa de ratas. Los investigadores que están tras la pista de un asesino en serie entregan a los periodistas información errada sobre uno de sus crímenes para que la publiquen. El prestigio, para este tipo de asesinos, es más importante que nada, por eso saben que más temprano que tarde van a llamar para rectificar la información. Las llamadas son rastreadas y caen.

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