lunes, agosto 28, 2006

Palabras de más sellaron la suerte de Castaño

El Nuevo Herald . Posted on Sun, Aug. 27, 2006


GERARDO REYES

Carlos Castaño tenía malos tragos.

Cuando se embriagaba, el jefe y fundador de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) era más rotundo e irascible que en estado de sobriedad.

Esa tarde de dispersión, reunido en una de las fincas del comando general con líderes importantes de la organización, Castaño le dio un golpe a la mesa y anunció, borracho, que se entregaría a Estados Unidos y que todos ellos estaban obligados a seguir su ejemplo sin chistar.

''Yo los hice a todos ustedes'', les dijo, según el testimonio de una fuente que habló en exclusiva con El Nuevo Herald. ``Y si esto se acaba, todos nos acabamos''.

Aunque los paramilitares que lo escucharon pensaron que el ultimato era producto de la borrachera, otras pruebas obtenidas posteriormente los hicieron pensar que no era un envalentonamiento etílico. Con su comentario, Castaño había llegado más lejos de lo que su poder alcanzaba; tan lejos como para detonar su sentencia de muerte dos días después.

Castaño desapareció el 15 abril del 2004. Tenía 38 años.

Esta semana, la fiscalía general de Colombia reveló que, según varios testigos, el influyente y carismático líder, autor de varias masacres de campesinos y asesinatos de políticos, fue eliminado por su hermano Vicente.

El viernes, el sicario Jesús Ignacio Roldán, alias Monoleche, admitió haberlo asesinado. Vicente permanece fugitivo desde la semana pasada, cuando el presidente Alvaro Uribe pidió a los principales jefes paramilitares que se presentaran ante la justicia, en cumplimiento de los acuerdos de desmovilización firmados con el gobierno.

Basándose en los testimonios obtenidos por la fiscalía, en el manuscrito de un capítulo de la historia del narcotráfico en Colombia que no ha sido aún publicado por un testigo privilegiado, biografías y entrevistas con personas familiarizadas con los hechos, El Nuevo Herald reconstruyó los últimos días de Castaño.

La droga corrompe

A principios del 2004, Castaño no era ni la sombra de lo que había sido a finales de los años 90, cuando aparecía en programas especiales de la televisión nacional luciendo impecables suéteres de marca ajustados al cuerpo y paralizaba al país con sus declaraciones sin titubeos. Mezclaba en su conversación con los periodistas discursos de su vocación pacifista y confesiones personales tales como el gusto por la poesía de Mario Benedetti.

Agentes de los organismos de inteligencia de Colombia que interceptaban sus llamadas, escucharon al combatiente de ultraderecha que detestaba a la guerrilla comunista, declamar a sus novias por teléfono los poemas del poeta izquierdista uruguayo.

No había un personaje en Colombia en quien se proyectaran más crudamente las grandes confusiones morales de miles de colombianos. Los mismos que le tiraban besos al televisor cada vez que Castaño aparecía como el muro de contención de la guerrilla, lloraron y clamaron por justicia cuando asesinaron en agosto de 1999 a Jaime Garzón, el humorista más admirado del país, por órdenes del mismo Castaño.

En ese año, las AUC fueron responsable de 152 masacres, según la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Varias circunstancias a escala personal y política, llevaron a Castaño a un callejón sin salida.

La más grave e incontrolable de todas fue haber tenido que aceptar que su movimiento, como le sucedió a sus archienemigos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pasara de ser un parásito del narcotráfico -- que cobraba impuestos por el funcionamiento de

pistas y laboratorios -- a

participar directamente en toda la cadena de producción, transporte y exportación de cocaína.

''Es que el dinero del narcotráfico destruye y corrompe lo que sea'', le dijo Castaño a su biógrafo Mauricio Aranguren. ``Siempre aparece cuando se necesita y surge como por arte de magia''.

En las reuniones de comandantes de las AUC cada vez había menos combatientes ''auténticos'' y más narcotraficantes activos que simpatizaban con su causa, pero cuyo negocio principal no era la guerra sino la droga.

Vicente estaba en el medio, acolitando sin mística la lucha contra la subversión y llevando la contabilidad, esto sí, con más interés, de los aportes de los narcos y de sus participación directa en el trasiego de drogas.

La paradoja para Castaño era tan trágica como demencial. El líder de las AUC mandó a matar en 1990 al candidato presidencial de la izquierdista Unión Patriótica, Carlos Pizarro Leongómez, porque estaba convencido de que era una ficha del narcotraficante Pablo Escobar.

''Para mí aquella fue una verdadera acción patriótica'', comentó Castaño a Aranguren. ``Cómo se hubiera enrarecido Colombia con un presidente de Escobar. Esto amenazaba con desaparecer el orden institucional''.

Ahora, 14 años más tarde, narcotraficantes con fortunas mucho más grandes que las que amasó Escobar rodeaban a Castaño en la finca El 50 para hablar del futuro de las AUC.

La infiltración de narcotráfico desató una guerra interna en la organización. Rodrigo Franco, alias Doble Cero, uno de los comandantes ortodoxos que consideraba el negocio de las drogas el cáncer de las AUC, fue asesinado en mayo del 2004.

Franco sostenía que las Autodefensas podrían mantenerse con los aportes de los hacendados, las extorsiones regulares y la explotación agrícola.

Castaño había visto además desplomarse un caótico ensayo de entrega de narcotraficantes a las autoridades de Estados Unidos que él había patrocinado a través de un inefable amigo suyo, Nicolás Bergonzolli.

La entrega se frustró luego de que el intermediario entre los narcotraficantes y la Agencia de lucha Contra las Drogas (DEA), el fotógrafo de modelos Baruch Vega, fue arrestado en Miami el 21 de marzo del 2000 y acusado de obstrucción de la justicia y lavado del dinero que cobraba a los narcotraficantes por los acuerdos. Los cargos no prosperaron.

A pesar de los tropiezos, Castaño siguió buscando la manera de negociar con las autoridades de Estados Unidos a través de su abogado en Miami, Joaquín Pérez, quien le llevaba encargos de las tiendas Burdines hasta su escondite en las montañas del Nudo de Paramillo, al noroccidente del país.

Fuera del juego

En el calendario adverso de Castaño, mayo del 2001 fue otro mes de reveses. El Departamento de Estado designó a las AUC como grupo terrorista y la embajadora de Estados Unidos en Colombia, Anne Patterson, aseguró que Castaño era un narcotraficante.

La declaración se tradujo en una acusación criminal en enero del año siguiente por cargos de narcotráfico contra él, Salvatore Mancuso y Juan Carlos Sierra, alias El Tuso, en el Distrito de Virginia.

''Quienes de alguna manera consideramos tener deudas con los Estados Unidos, sentimos los ojos de los gringos encima en todo momento, y aunque quisiéramos que fuera sólo paranoia, los hechos y la presión gringa comienzan a estrangular a narcos, guerrillas y autodefensas: Terroristas nos llaman a los tres'', escribió Castaño a su gente en un esfuerzo por propiciar una entrega.

En abril del 2004, en vísperas de su muerte, Castaño estaba además sintiendo el estrangulamiento de una pena personal: su hija, Rosa María, con su segunda esposa Kenia Gómez, había nacido con la extraña enfermedad conocida como el Maullido del Gato. La enfermedad es un desorden cromosomático que provoca retraso mental.

''Carlos Castaño está ausente. Sumido en su problema personal, el tiempo se le iba en contactar médicos a través de Internet en cualquier parte del país y del mundo, que le dieran una luz sobre la enfermedad'', escribió la biógrafa de Mancuso, Glenda Martínez Osorio.

Según la autora, Castaño se había impuesto como meta asistir con su esposa y su hija a un congreso anual de familias con niños con el síndrome del Maullido del Gato en Filadefia.

En mayo del 2002, Castaño renunció a la dirección de las AUC.

El último encuentro informal con los cabecillas de la organización fue el sábado

10 de abril del 2004 en la hacienda El 15. Se reunieron para reducir tensiones jugando cartas, dados y dominó al calor de unos

tragos.

Asegura el autor de un libro inédito que dedica un capítulo a los días finales de Castaño, y que pidió no ser identificado, que en esa fiesta en la que se abrieron varias botellas de aguardiente y whisky Castaño firmó su sentencia de muerte.

''Al poco tiempo el licor hizo estragos en la humanidad de Carlos y éste empezó a hablar más de la cuenta'', afirmó el autor. ``Se sentía desplazado, arrinconado, sin fuerzas y sometido a las decisiones de los demás; de una organización que consideraba propia''.

En un momento dado, y sin ninguna provocación aparente, Castaño le dio un puño a la mesa y en términos vulgares les expresó a los presentes su despreció por ellos. Fue entonces cuando los conminó a someterse a las autoridades de Colombia y, lo más grave, advirtió que iría a ''donde los gringos'' y contaría todo.

Al día siguiente, los asistentes al juego se reunieron con Javier Montañez, alias Macaco, otro de los comandantes, quien no había asistido, para comentar la explosiva reacción de Castaño, pero no a manera de chisme sobre un desplante pasajero, sino preocupados por la inestabilidad mental de su antiguo jefe y las consecuencias que la amenaza podría tener para ellos.

Varios repetían que Castaño estaba loco.

De acuerdo con el autor del libro, quien entrevistó a miembros de las AUC, Mancuso ordenó interceptar las comunicaciones de Castaño, incluyendo correos electrónicos y celulares entre éste y su escolta más cercano, John Henao.

''Esas interceptaciones trajeron consigo unos descubrimientos alarmantes'', afirmó el autor. Los datos recogidos reflejaban que Castaño continuaba empeñado en negociar con Washington y al mismo tiempo en denunciar ante

la policía colombiana la

ubicación del campamento

de Macaco, su más firme

opositor.

En una reunión del estado mayor de las AUC el 15 de abril, se concluyó que Castaño debía ser eliminado y que la coartada más efectiva sería a través de su hermano. Vicente aceptó y se prestó para la maniobra.

Delante de Macaco acordó por teléfono con su hermano una cita a las dos de la tarde del día siguiente en una tienda de abastos llamada Rancho al Hombro, donde Castaño se conectaba a Internet.

''Internet es mi frente de guerra más importante'', afirmó alguna vez Castaño.

Durante la conversación para acordar la cita, Castaño le adelantó a Vicente que allí estaría también su esposa Kenia para que la saludara, pues llevaban mucho tiempo sin verse. Eso implicó incluir a Kenia también en los planes de asesinato.

Sin embargo, la joven esposa del líder de las AUC llegó una hora antes al lugar porque su hija tenía una cita médica en Montería, una ciudad a 15 kilómetros.

Castaño tenía inmovilizado un brazo por un golpe que se había dado en el codo al tratar de subir a una lancha en el río Sinú. Un escuadrón de unos 30 hombres de las AUC, al mando de Roldán, alias Monoleche, fue despachado al lugar para matar a Carlos y a cualquier testigo.

Como era usual, los hombres de Castaño formaron un anillo de seguridad alrededor de la tienda, pero ese día estaban más alertas por la obsesión de su jefe de que en cualquier momento podría ser objeto de una emboscada.

Los escoltas vieron acercarse al escuadrón de las AUC y se lo hicieron saber a Castaño, quien autorizó el paso al enterarse de que Roldán, hombre de confianza de su hermano, comandaba el grupo.

En este punto las versiones de lo que ocurrió entran en conflicto: los testigos de la fiscalía aseguran que Castaño fue eliminado en el lugar del ataque. Otras fuentes, incluyendo el autor del libro, sostienen que escapó con dos escoltas y que a unos 200 metros de la tienda cayó herido por un disparo en el brazo que lo dejó desarmado.

Los asaltantes lo ataron de pies y manos y lo llevaron a un centro de entrenamientos de las Autodefensas conocido como CECAS, habilitado con calabozos y un centro de tortura. Dos de sus escoltas, de apodos La Vaca y El Tigre, simularon que estaban muertos y hoy son testigos de la fiscalía.

Allí fue sometido a torturas atroces. Se dice que le cortaron los dedos de las manos y un brazo para que confesara el lugar donde tenía escondido un manuscrito con anotaciones sobre los vínculos de los líderes de las AUC con el narcotráfico, que podía convertirse prácticamente en una denuncia criminal contra ellos.

De acuerdo con estas fuentes, Castaño fue decapitado y descuartizado. Sus restos fueron lanzados al río Sinú.

Carlitos Seas, como le decía su papá a Castaño, confesó a su biógrafo que a pesar de los intensos entrenamientos que recibió en Israel, nunca pudo superar el miedo a la muerte.

'Era y sigo siendo muy miedoso, me aterra de manera notoria la muerte. Como expresó el ex presidente Misael Pastrana alguna vez: `Lo duro es la morida' ''.

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