lunes, agosto 28, 2006

Nueve meses a la deriva. Tres náufragos mexicanos pisaron tierra firme luego de atravesar casi todo el Océano Pacífico en un bote.


Semana. Agosto 28 de 2006

Nueve meses a la deriva

Tres náufragos mexicanos pisaron tierra firme luego de atravesar casi todo el Océano Pacífico en un bote. Muertes, milagros y hasta incoherencias hacen parte de su historia.


Doña Francisca Pérez está convencida de que el nueve es un número milagroso. Mientras los 600 pobladores de El Limón, municipio de San Blas, en el estado Nayarit de México, pensaban que a su nieto Lucio Rendón se lo había tragado el mar, ella rezaba fervorosamente su novena a la Virgen de Santa Marta para que se lo devolviera. Y cuenta que el 9 de agosto, cuando se cumplía el noveno martes de oración, recibió la feliz noticia. Después de nueve meses perdido en las aguas del Pacífico, el joven pescador de 28 años había sido rescatado junto a sus dos compañeros, Salvador Ordóñez y Jesús Eduardo Vidaña. "Mi mamá nunca perdió la esperanza. Ella siempre le guardaba un plato de comida por si regresaba", dijo a SEMANA Remigio Rendón, tío de uno de los protagonistas de una historia que ha puesto en el centro del interés mundial ese recóndito poblado. Por sus calles destapadas, adornadas con hamacas, transitan periodistas y curiosos que quieren tener todos los detalles. Y a la única caseta de teléfonos del lugar llaman a los familiares de Rendón para ofrecerles filmar una película o tener la exclusiva para un libro. Lo mismo sucede en Puerto Ángel, Oaxaca, y en el campo pesquero sinaloense de Las Arenitas, donde se encuentran las familias de Ordóñez y Vidaña. Y es que la odisea de estos tres náufragos, que terminó la semana pasada cuando pisaron tierra firme, supera la ficción. Sus paisanos dicen con orgullo que "hasta Colón les quedó chiquito". Además de estar a la deriva unos 8.000 kilómetros, relatan que sobrevivieron a la furia de las olas que casi los hunden en dos oportunidades, soportaron 13 días sin comer y la muerte de dos compañeros, así como ver que sus ilusiones se iban con los barcos que pasaban de largo. Hasta cuando una embarcación atunera de bandera taiwanesa, perteneciente a la compañía Koo's Fishing, los avistó cerca de las Islas Marshall, al noreste de Australia.

Su travesía es tan asombrosa, que muchas de sus vivencias han sido puestas en duda. El trío se perdió después de salir del embarcadero La Boca del Asadero, San Blas, pero ni siquiera Nicolás Rendón, tío de Lucio, conocía a los pescadores que según los tiburoneros habrían muerto : "Yo los vi partir y me despedí. No iban más que tres, los otros no sé de dónde los sacaron", explicó al periódico La Jornada. Nadie en el pueblo conoce a Juan David y al otro hombre, apodado 'el Parcero' o 'el Farsero' (los medios no coinciden), las únicas identificaciones que han dado sobre los viajeros desaparecidos, además de decir que el primero era regordete, de unos 37 años, y el segundo, delgado y de más de 27. No saber ni sus nombres completos ha despertado sospechas de que, como narra el diario El Universal, sólo se trate de "fantasmas". Se ha dicho que podían ser de Mazatlán, de Centroamérica, o incluso de Colombia, lo que hace más difícil su reconocimiento. Sin embargo, algunos pescadores de la zona aseguran que es posible que los hayan recogido en otro puerto, aunque en las lanchas como la que utilizaron (de tres metros de ancho y nueve de largo) sólo se autorizan entre dos y tres tripulantes.

Más duras son las insinuaciones acerca de que en realidad andaban en busca del 'tiburón blanco', que no es un pez sino la forma como se llama al tráfico de cocaína en lanchas. Se ha llegado a sugerir que parte de la historia pudo ser inventada para escapar de la justicia. Lo cierto es que para esclarecer su versión, la Presidencia de México señaló que el caso debería ser investigado. "No me interesa que la gente dude de mí. Lo que yo viví no se lo deseo a nadie", expresó Rendón.

Por ahora, sólo el mar conoce sus más íntimas vivencias, las que empezaron la madrugada del 28 de octubre de 2005. Su odisea comenzó cuando se encontraban a unas millas de las Islas Marías, donde la pesca es ilegal, y al parecer la trampa tiburonera, conocida como cimbra, se les perdió por causa de los fuertes vientos. Tratando de alcanzarla se fueron alejando mar adentro hasta que el motor empezó a fallar y se les acabó la gasolina. Juan, a quien han señalado como el dueño de la embarcación, habría dado la orden de no dejar que la corriente se llevara el equipo de pesca, pese a que Salvador, veterano navegante de 37 años que había hecho cursos de supervivencia en el mar, le advirtió que se quedarían sin combustible. "Donde manda capitán, no manda marinero", fue entonces la reflexión, de la que hoy se arrepienten.

El terror se apoderó de ellos, pero la esperanza de volver a tierra nunca desapareció. En esos momentos se aferraron a su fe, pues Salvador solía leerles pasajes de su Biblia. "En una de esas le comenté a Juan que tenía que ponerle un nombre a la panga, pero me dijo que no sabía cómo. Le contesté que leí el Apocalipsis y encontré un monstruo marino que se llamaba Leviatán, que atraía a los peces sólo con su poder", contó Ordóñez al periódico La Reforma. Pero como no sólo de la palabra divina vive el hombre, la sed y el hambre se convirtieron en su principal preocupación.

Aunque temían que una tormenta volcara la embarcación, esperaban con ansias que lloviera para almacenar agua. Sin embargo, cuentan que en una oportunidad, desesperados, intentaron tomar por varios días agua de mar, lo que afectó su salud. En cuanto a la comida, se las ingeniaron para improvisar anzuelos con los cables del maltrecho motor. Hasta intentaron pescar con las manos, pues Lucio sabía bucear y era conocido por su habilidad para sacar ostras de las profundidades. A veces caían dos o más, a veces, ninguno. Por su parte, Salvador se hizo experto atrapando patos y gaviotas ganándose el apodo de 'El Gato'. "Me agachaba para que no me vieran y cuando se paraban al borde de la lancha, me lanzaba". Él tiene su propia explicación para que los pies no se le hincharan como a sus compañeros: "Debió ser porque me tomaba la sangre de los animales como si fuera un refresco. Primero me dolía el estómago, pero luego me sentía mejor".

Mientras tanto, el calvario de sus familiares empezaba. Ni Yumey García, esposa de Jesús, ni su hijo Juan José, de 5 años, lo veían desde septiembre, cuando dejó Las Arenitas en busca de oportunidades. A ella le dolía sobre todo pensar que no conocería a su bebé que estaba en camino (Juliana hoy tiene 4 meses). Por su parte, aunque la familia Rendón estaba acostumbrada a las ausencias de Lucio, que podía irse hasta un mes mientras pescaba, se preocuparon cuando no volvieron a tener razón de él. "Primero pensamos, 'ese sinvergüenza se quedó tomando cerveza con los amigos'. Luego creímos que se había ido a Estados Unidos, en ese asunto de las migraciones", relató a SEMANA su tía Ángela. Al parecer, los familiares pedían ayuda a los demás pescadores, pero no reportaron el hecho a las autoridades porque también imaginaron que podía estar en las Islas Marías.

Por eso la capitanía de puerto no tenía registro de que los pescadores hubieran zarpado y no iniciaron operativos de búsqueda. "No avisaron, iban sin permisos, sin radio y a cazar una especie en extinción", contó a La Reforma el capitán Héctor Leal, quien, pese a que destaca la hazaña, ha llamado la atención acerca de que desobedecieron la ley. El presidente (alcalde) municipal, Miguel Bernal, explicó a esta publicación que "el 90 por ciento de los pescadores de la región salen sin permiso porque simplemente no se lo dan y es la única forma de ganarse la vida".

Y por eso mismo casi la pierden. En las noches, alguno de los cinco tripulantes se quedaba despierto esperando que un barco pasara. En el día permanecían cubiertos por una sábana para que el sol no los quemara. Y en ocasiones, como el 12 de enero y el 6 de mayo, cuando Salvador y Lucio cumplieron años, escuchaban las baladas que Jesús, el menor, les cantaba, mientras bailaba y tocaba su guitarra imaginaria. Otras veces simplemente "no hablábamos, no más nos quedábamos mirando al mar", recuerda Lucio. Uno de esos días fue el 20 de enero, fecha en que habría muerto Juan, según explican los sobrevivientes, porque no toleró la carne cruda. "Vomitaba mucho, hasta sangre", cuenta Ordóñez. Lo velaron durante tres días hasta que decidieron hacer del mar su tumba. Rezaron siete Padrenuestros y siete Avemarías mientras lo lanzaban al agua. La misma suerte habría corrido 'el Farsero', unos 15 días después.

"Su supervivencia es casi milagrosa. En esas circunstancias es difícil no perder la razón y creo que es normal que hayan tenido rayos de locura: alucinaban y soñaban con barcos que los encontraban. Pero en su caso la esperanza de regresar y aferrarse a lo religioso los ayudó a mantener el equilibrio emocional", explicó a SEMANA el sicólogo Jorge Álvarez, experto en víctimas de situaciones extremas, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Como haciéndole honor a su nombre, ese era el trabajo de Salvador y su Biblia. Según él, durante una tormenta, los vientos arrancaron la parte del Apocalipsis. "Vamos a salvarnos", se dijo pensando que se trataba de una señal.

La espera terminó cuando entre sueños escucharon el motor de un barco que iba a su encuentro. Los habían ubicado con un radar que rastrea los pájaros que siguen a las sardinas que nadan junto al atún. Como la tripulación del atunero taiwanés no les entendía, les entregaron un mapa para que señalaran de dónde venían. Fue necesario que sus dedos subrayaran insistentemente su lugar de origen para que les creyeran.

Quizá por un tiempo se conviertan en celebridades, quizá acepten que su milagro se inmortalice en las páginas de un libro o en las imágenes de una película. Pero quizá porque siempre han sido hombres de mar, las palabras de Jesús explican lo que harán de ahora en adelante: "Pescar y pescar no más. ¿Qué más puedo hacer?"
Semana.com ©2000.
Todos los derechos reservados. 

Palabras de más sellaron la suerte de Castaño

El Nuevo Herald . Posted on Sun, Aug. 27, 2006


GERARDO REYES

Carlos Castaño tenía malos tragos.

Cuando se embriagaba, el jefe y fundador de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) era más rotundo e irascible que en estado de sobriedad.

Esa tarde de dispersión, reunido en una de las fincas del comando general con líderes importantes de la organización, Castaño le dio un golpe a la mesa y anunció, borracho, que se entregaría a Estados Unidos y que todos ellos estaban obligados a seguir su ejemplo sin chistar.

''Yo los hice a todos ustedes'', les dijo, según el testimonio de una fuente que habló en exclusiva con El Nuevo Herald. ``Y si esto se acaba, todos nos acabamos''.

Aunque los paramilitares que lo escucharon pensaron que el ultimato era producto de la borrachera, otras pruebas obtenidas posteriormente los hicieron pensar que no era un envalentonamiento etílico. Con su comentario, Castaño había llegado más lejos de lo que su poder alcanzaba; tan lejos como para detonar su sentencia de muerte dos días después.

Castaño desapareció el 15 abril del 2004. Tenía 38 años.

Esta semana, la fiscalía general de Colombia reveló que, según varios testigos, el influyente y carismático líder, autor de varias masacres de campesinos y asesinatos de políticos, fue eliminado por su hermano Vicente.

El viernes, el sicario Jesús Ignacio Roldán, alias Monoleche, admitió haberlo asesinado. Vicente permanece fugitivo desde la semana pasada, cuando el presidente Alvaro Uribe pidió a los principales jefes paramilitares que se presentaran ante la justicia, en cumplimiento de los acuerdos de desmovilización firmados con el gobierno.

Basándose en los testimonios obtenidos por la fiscalía, en el manuscrito de un capítulo de la historia del narcotráfico en Colombia que no ha sido aún publicado por un testigo privilegiado, biografías y entrevistas con personas familiarizadas con los hechos, El Nuevo Herald reconstruyó los últimos días de Castaño.

La droga corrompe

A principios del 2004, Castaño no era ni la sombra de lo que había sido a finales de los años 90, cuando aparecía en programas especiales de la televisión nacional luciendo impecables suéteres de marca ajustados al cuerpo y paralizaba al país con sus declaraciones sin titubeos. Mezclaba en su conversación con los periodistas discursos de su vocación pacifista y confesiones personales tales como el gusto por la poesía de Mario Benedetti.

Agentes de los organismos de inteligencia de Colombia que interceptaban sus llamadas, escucharon al combatiente de ultraderecha que detestaba a la guerrilla comunista, declamar a sus novias por teléfono los poemas del poeta izquierdista uruguayo.

No había un personaje en Colombia en quien se proyectaran más crudamente las grandes confusiones morales de miles de colombianos. Los mismos que le tiraban besos al televisor cada vez que Castaño aparecía como el muro de contención de la guerrilla, lloraron y clamaron por justicia cuando asesinaron en agosto de 1999 a Jaime Garzón, el humorista más admirado del país, por órdenes del mismo Castaño.

En ese año, las AUC fueron responsable de 152 masacres, según la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Varias circunstancias a escala personal y política, llevaron a Castaño a un callejón sin salida.

La más grave e incontrolable de todas fue haber tenido que aceptar que su movimiento, como le sucedió a sus archienemigos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pasara de ser un parásito del narcotráfico -- que cobraba impuestos por el funcionamiento de

pistas y laboratorios -- a

participar directamente en toda la cadena de producción, transporte y exportación de cocaína.

''Es que el dinero del narcotráfico destruye y corrompe lo que sea'', le dijo Castaño a su biógrafo Mauricio Aranguren. ``Siempre aparece cuando se necesita y surge como por arte de magia''.

En las reuniones de comandantes de las AUC cada vez había menos combatientes ''auténticos'' y más narcotraficantes activos que simpatizaban con su causa, pero cuyo negocio principal no era la guerra sino la droga.

Vicente estaba en el medio, acolitando sin mística la lucha contra la subversión y llevando la contabilidad, esto sí, con más interés, de los aportes de los narcos y de sus participación directa en el trasiego de drogas.

La paradoja para Castaño era tan trágica como demencial. El líder de las AUC mandó a matar en 1990 al candidato presidencial de la izquierdista Unión Patriótica, Carlos Pizarro Leongómez, porque estaba convencido de que era una ficha del narcotraficante Pablo Escobar.

''Para mí aquella fue una verdadera acción patriótica'', comentó Castaño a Aranguren. ``Cómo se hubiera enrarecido Colombia con un presidente de Escobar. Esto amenazaba con desaparecer el orden institucional''.

Ahora, 14 años más tarde, narcotraficantes con fortunas mucho más grandes que las que amasó Escobar rodeaban a Castaño en la finca El 50 para hablar del futuro de las AUC.

La infiltración de narcotráfico desató una guerra interna en la organización. Rodrigo Franco, alias Doble Cero, uno de los comandantes ortodoxos que consideraba el negocio de las drogas el cáncer de las AUC, fue asesinado en mayo del 2004.

Franco sostenía que las Autodefensas podrían mantenerse con los aportes de los hacendados, las extorsiones regulares y la explotación agrícola.

Castaño había visto además desplomarse un caótico ensayo de entrega de narcotraficantes a las autoridades de Estados Unidos que él había patrocinado a través de un inefable amigo suyo, Nicolás Bergonzolli.

La entrega se frustró luego de que el intermediario entre los narcotraficantes y la Agencia de lucha Contra las Drogas (DEA), el fotógrafo de modelos Baruch Vega, fue arrestado en Miami el 21 de marzo del 2000 y acusado de obstrucción de la justicia y lavado del dinero que cobraba a los narcotraficantes por los acuerdos. Los cargos no prosperaron.

A pesar de los tropiezos, Castaño siguió buscando la manera de negociar con las autoridades de Estados Unidos a través de su abogado en Miami, Joaquín Pérez, quien le llevaba encargos de las tiendas Burdines hasta su escondite en las montañas del Nudo de Paramillo, al noroccidente del país.

Fuera del juego

En el calendario adverso de Castaño, mayo del 2001 fue otro mes de reveses. El Departamento de Estado designó a las AUC como grupo terrorista y la embajadora de Estados Unidos en Colombia, Anne Patterson, aseguró que Castaño era un narcotraficante.

La declaración se tradujo en una acusación criminal en enero del año siguiente por cargos de narcotráfico contra él, Salvatore Mancuso y Juan Carlos Sierra, alias El Tuso, en el Distrito de Virginia.

''Quienes de alguna manera consideramos tener deudas con los Estados Unidos, sentimos los ojos de los gringos encima en todo momento, y aunque quisiéramos que fuera sólo paranoia, los hechos y la presión gringa comienzan a estrangular a narcos, guerrillas y autodefensas: Terroristas nos llaman a los tres'', escribió Castaño a su gente en un esfuerzo por propiciar una entrega.

En abril del 2004, en vísperas de su muerte, Castaño estaba además sintiendo el estrangulamiento de una pena personal: su hija, Rosa María, con su segunda esposa Kenia Gómez, había nacido con la extraña enfermedad conocida como el Maullido del Gato. La enfermedad es un desorden cromosomático que provoca retraso mental.

''Carlos Castaño está ausente. Sumido en su problema personal, el tiempo se le iba en contactar médicos a través de Internet en cualquier parte del país y del mundo, que le dieran una luz sobre la enfermedad'', escribió la biógrafa de Mancuso, Glenda Martínez Osorio.

Según la autora, Castaño se había impuesto como meta asistir con su esposa y su hija a un congreso anual de familias con niños con el síndrome del Maullido del Gato en Filadefia.

En mayo del 2002, Castaño renunció a la dirección de las AUC.

El último encuentro informal con los cabecillas de la organización fue el sábado

10 de abril del 2004 en la hacienda El 15. Se reunieron para reducir tensiones jugando cartas, dados y dominó al calor de unos

tragos.

Asegura el autor de un libro inédito que dedica un capítulo a los días finales de Castaño, y que pidió no ser identificado, que en esa fiesta en la que se abrieron varias botellas de aguardiente y whisky Castaño firmó su sentencia de muerte.

''Al poco tiempo el licor hizo estragos en la humanidad de Carlos y éste empezó a hablar más de la cuenta'', afirmó el autor. ``Se sentía desplazado, arrinconado, sin fuerzas y sometido a las decisiones de los demás; de una organización que consideraba propia''.

En un momento dado, y sin ninguna provocación aparente, Castaño le dio un puño a la mesa y en términos vulgares les expresó a los presentes su despreció por ellos. Fue entonces cuando los conminó a someterse a las autoridades de Colombia y, lo más grave, advirtió que iría a ''donde los gringos'' y contaría todo.

Al día siguiente, los asistentes al juego se reunieron con Javier Montañez, alias Macaco, otro de los comandantes, quien no había asistido, para comentar la explosiva reacción de Castaño, pero no a manera de chisme sobre un desplante pasajero, sino preocupados por la inestabilidad mental de su antiguo jefe y las consecuencias que la amenaza podría tener para ellos.

Varios repetían que Castaño estaba loco.

De acuerdo con el autor del libro, quien entrevistó a miembros de las AUC, Mancuso ordenó interceptar las comunicaciones de Castaño, incluyendo correos electrónicos y celulares entre éste y su escolta más cercano, John Henao.

''Esas interceptaciones trajeron consigo unos descubrimientos alarmantes'', afirmó el autor. Los datos recogidos reflejaban que Castaño continuaba empeñado en negociar con Washington y al mismo tiempo en denunciar ante

la policía colombiana la

ubicación del campamento

de Macaco, su más firme

opositor.

En una reunión del estado mayor de las AUC el 15 de abril, se concluyó que Castaño debía ser eliminado y que la coartada más efectiva sería a través de su hermano. Vicente aceptó y se prestó para la maniobra.

Delante de Macaco acordó por teléfono con su hermano una cita a las dos de la tarde del día siguiente en una tienda de abastos llamada Rancho al Hombro, donde Castaño se conectaba a Internet.

''Internet es mi frente de guerra más importante'', afirmó alguna vez Castaño.

Durante la conversación para acordar la cita, Castaño le adelantó a Vicente que allí estaría también su esposa Kenia para que la saludara, pues llevaban mucho tiempo sin verse. Eso implicó incluir a Kenia también en los planes de asesinato.

Sin embargo, la joven esposa del líder de las AUC llegó una hora antes al lugar porque su hija tenía una cita médica en Montería, una ciudad a 15 kilómetros.

Castaño tenía inmovilizado un brazo por un golpe que se había dado en el codo al tratar de subir a una lancha en el río Sinú. Un escuadrón de unos 30 hombres de las AUC, al mando de Roldán, alias Monoleche, fue despachado al lugar para matar a Carlos y a cualquier testigo.

Como era usual, los hombres de Castaño formaron un anillo de seguridad alrededor de la tienda, pero ese día estaban más alertas por la obsesión de su jefe de que en cualquier momento podría ser objeto de una emboscada.

Los escoltas vieron acercarse al escuadrón de las AUC y se lo hicieron saber a Castaño, quien autorizó el paso al enterarse de que Roldán, hombre de confianza de su hermano, comandaba el grupo.

En este punto las versiones de lo que ocurrió entran en conflicto: los testigos de la fiscalía aseguran que Castaño fue eliminado en el lugar del ataque. Otras fuentes, incluyendo el autor del libro, sostienen que escapó con dos escoltas y que a unos 200 metros de la tienda cayó herido por un disparo en el brazo que lo dejó desarmado.

Los asaltantes lo ataron de pies y manos y lo llevaron a un centro de entrenamientos de las Autodefensas conocido como CECAS, habilitado con calabozos y un centro de tortura. Dos de sus escoltas, de apodos La Vaca y El Tigre, simularon que estaban muertos y hoy son testigos de la fiscalía.

Allí fue sometido a torturas atroces. Se dice que le cortaron los dedos de las manos y un brazo para que confesara el lugar donde tenía escondido un manuscrito con anotaciones sobre los vínculos de los líderes de las AUC con el narcotráfico, que podía convertirse prácticamente en una denuncia criminal contra ellos.

De acuerdo con estas fuentes, Castaño fue decapitado y descuartizado. Sus restos fueron lanzados al río Sinú.

Carlitos Seas, como le decía su papá a Castaño, confesó a su biógrafo que a pesar de los intensos entrenamientos que recibió en Israel, nunca pudo superar el miedo a la muerte.

'Era y sigo siendo muy miedoso, me aterra de manera notoria la muerte. Como expresó el ex presidente Misael Pastrana alguna vez: `Lo duro es la morida' ''.

Qué llevó a Vicente Castaño a mandar matar a su hermano Carlos.

R. Semana, Agosoto 28 2006

La maldición de Caín

Qué llevó a Vicente Castaño a mandar matar a su hermano Carlos.


Carlos Castaño se sentía seguro en Rancho al Hombro. A principios de 2004 se había refugiado en este granero hecho de madera y lata al que sólo se podía llegar por una carretera polvorienta enclavada en las montañas que unen Córdoba con Urabá. Pasaba horas enteras frente al computador enviando mensajes por Internet a los pocos amigos que le quedaban. Estaba más solo que nunca, y atrapado en una encrucijada existencial. Quería dejar la guerra. Replegarse a la vida familiar que empezaba a construir con su esposa Kenya Gómez, y su pequeña hija Rosa, que nació con una enfermedad incurable. Como si fuera poco, había perdido todas las batallas dentro de las autodefensas. Sabía que algunos de sus compañeros de armas querían matarlo. Por eso se resguardó en este lugar, que apenas conocían su esposa y algunos de sus hombres de confianza. Un sitio seguro porque limitaba entre sus tierras, y las de su hermano Vicente Castaño, conocido como 'El Profe'.

No imaginaba que su suerte ya estaba echada. En los primeros días de marzo habían empezado a concentrarse los mejores combatientes de las autodefensas de Córdoba y Urabá en la finca El Quince, propiedad de Vicente Castaño. Durante todo el mes estuvieron en entrenamientos. Recibieron armas y uniformes nuevos. A principios de abril de 2004 empezaron a escoltar a 'El Profe' entre su finca y hasta Santa Fe Ralito, donde se sentaba junto a los demás jefes paramilitares en la mesa de negociación. A pesar de que todo parecía en calma, para los escoltas era claro que algo se fraguaba. Una operación importante y secreta para la que habían resultado elegidos.

El 16 de abril era el día señalado. Esa mañana, Jesús Ignacio Roldán, alias 'Monoleche', llegó hasta la finca La Quince, seguido por una caravana de seis camionetas todo terreno. Todos sabían que 'Monoleche', un corpulento hombre de 37 años, paisano de los Castaño, era el jefe de seguridad de 'El Profe', su hombre de confianza, que estaba en las autodefensas hacía más de 15 años, y que había logrado amasar una considerable fortuna.

De La Quince salieron en los carros unos 30 hombres, armados hasta los dientes y con rumbo desconocido. Recorrieron a toda velocidad una carretera estrecha, llena de altibajos. Al mediodía, cuando el sol canicular les estaba quemando las espaldas, pararon en una tienda para almorzar. 'Monoleche' les advirtió a todos que estuvieran atentos porque en cualquier momento podrían tener un combate. "El objetivo está cerca", advirtió. Retomaron luego el camino y hacia las 2 de la tarde, salieron a otra carretera. A la izquierda de ésta estaba Rancho al Hombro. Carlos Castaño se encontraba en ese momento en la cocina sin saber que en esos instantes estaban rodeando la casa. De un momento a otro, empezó la balacera. Antes de que los escoltas de Carlos Castaño pudieran reaccionar, los hombres de 'Monoleche', armados con AK 47, rodearon el lugar y dispararon a matar a quienes estaban allí.

Un grupo de cinco paramilitares fornidos, de rasgos sabaneros, se ensañaron contra los hombres de Castaño. Hasta que los doblegaron. Cuatro de ellos muertos, tres heridos. Castaño estaba dentro del rancho, atrincherado, cuando escuchó a 'Noventa', un paramilitar que actuaba como mando medio en Urabá, que le gritaba: "Carlos, entréguese ya que toda su escolta se rindió". Después de un corto silencio, 'Noventa' pidió voluntarios para entrar a la casa y sacar a Castaño a la fuerza. Ninguno tuvo el coraje de alzar la mano. Entonces 'Noventa' señaló a 'Culión' y a 'Cenizo'. Los dos entraron, apuntando con sus fusiles hacia el refrigerador donde estaba atrincherado Carlos Castaño. El otrora máximo jefe paramilitar, el símbolo de muerte y terror, se había quedado sin balas. Entregó su arma. Agarrado por los brazos por quienes hasta hace poco eran sus propios soldados, caminó unos cuantos metros hasta encontrarse cara a cara con 'Monoleche'. El mensaje era inequívoco. Sabía que este hombre rubio y de marcado acento paisa le servía de fiel escudero a Vicente Castaño. Aun así, quería escucharlo de sus labios. "¿Quién ordenó esto?", preguntó. La respuesta resultó peor que las balas. Sin piedad, 'Monoleche' respondió: 'El Profe'. Antes de que Carlos pudiera maldecir o compadecer a su propio hermano, el emisario de la muerte descargó 12 tiros de pistola 9 milímetros sobre él.

'Monoleche' tomó el radio y dio el parte de que la misión estaba cumplida. Después saqueó las pertenencias del fusilado. Se llevó el computador portátil y un saco lleno de dinero. Tiraron el cuerpo de Castaño, con sus jeans y su camisa blanca bañadas en sangre, en la parte de atrás de una de las camionetas y lo taparon con hojas de plátano. Les dieron el tiro de gracia a los demás heridos y sobrevivientes y enterraron sus cuerpos allí mismo. Excepto los de dos de ellos: 'La Vaca' y 'El Tigre', que lograron escapar. El cuerpo de Castaño fue conducido hasta la finca El Quince, donde Vicente Castaño esperaba la prueba de sangre. Algo debió removerse en su conciencia porque a pesar de tenerlo allí, no quiso ver el cuerpo destrozado de su hermano. Simplemente ordenó que lo enterraran en un lugar hasta ahora desconocido.

Una semana después, a la cúpula de las autodefensas llegó el rumor de que 'La Vaca' y 'El Tigre' les habían contado todo a las autoridades y que la Fiscalía venía en camino para buscar los cuerpos. Entonces algunos de los hombres que habían participado en el crimen fueron enviados a desenterrar los cadáveres -excepto el de Castaño- y llevarlos hasta la finca El Barro, propiedad de 'Monoleche'. Para evitar que algún día fueran identificados, los picaron y después los incineraron. Finalmente, los dejaron en una fosa común. Cuando la misión estuvo totalmente cumplida, todos los pistoleros recibieron una recompensa de 20 millones de pesos enviada por 'El Profe' por la tarea cumplida. La muerte de Castaño despejaba el camino para que narcotráfico y paramilitares quedaran unidos como un solo cuerpo en las negociaciones que se llevaban a cabo en Santa Fe Ralito.

¿Por qué lo mataron?

Dos semanas antes de que mataran a Carlos Castaño, su nombre había dejado de figurar en la lista de los voceros y negociadores de las Autodefensas Unidas de Colombia. Había pasado del paroxismo mediático donde, como jefe máximo de las AUC daba entrevistas en televisión en horario triple A para erigirse como una especie de Robin Hood criollo, al ostracismo militar en el interior de la organización paramilitar donde los tentáculos del narcotráfico se estaban moviendo con rapidez.

En su momento, el también asesinado disidente de las AUC Rodrigo Franco, 'Doblecero', dijo que "esa había sido la condición que habían puesto algunos de los jefes paramilitares para conformar una mesa única con el gobierno". Carlos Castaño se oponía a que en la mesa estuvieran hombres sin trayectoria como autodefensa y cuyo único propósito era el narcotráfico. En su momento, 'Doblecero' mencionó a 'Macaco', 'Don Berna' y 'Los Mellizos' como parte del abanico de narcos que se camufló para entrar en la negociación y limpiar su pasado. Sin embargo, lo que más preocupaba a muchos de los jefes de las AUC era que Castaño estaba tercamente empeñado en negociar con el gobierno de Estados Unidos el desmonte del narcotráfico, para evitar su extradición.

El destino de los grupos de autodefensa y el narcotráfico se tejió desde muy temprano. Junto a 'Don Berna', Fidel y Carlos Castaño hicieron parte de 'Los Pepes', organización criminal que contribuyó a darle el golpe final a su archienemigo Pablo Escobar. Los frentes de las autodefensas de Córdoba y Urabá desde siempre fueron financiados no sólo por ganaderos y empresarios, sino por narcotraficantes. En 1994, cuando desapareció Fidel, sería otro de la misma saga quien asumiría junto a Carlos el liderazgo de los paramilitares: Vicente. El sexto de los 12 hermanos, de 49 años, se había dedicado desde su juventud a los negocios, no siempre legales. Hace más de una década su nombre saltó a la luz pública, cuando un abogado cercano a los paramilitares lo acusó de haber matado a sus familiares para robarles la tierra en Casanare. Su mentalidad pragmática y calculadora lo convirtió en el cerebro de la expansión de los paramilitares, especialmente en el oriente y el sur del país. Como lo relata el propio Carlos en el libro Mi Confesión, gran parte de ese crecimiento se hizo en alianza con los 'financiadores', que no eran más que poderosos narcotraficantes. Los organismos de inteligencia tienen indicios de que Vicente Castaño vendió la franquicia de las AUC a varios capos de la droga, como 'los mellizos' Mejía en Arauca, 'Gordolindo' en el Pacífico y Miguel Arroyave en Meta y Casanare.

Cuando las autodefensas hacían presencia en casi todo el territorio nacional, Carlos Castaño intentó crear una sola organización, y erigirse como su mando único. Desde el primer momento emergió el conflicto que lo llevaría a la muerte. A algunos jefes de autodefensas los movía un sentimiento contrainsurgente. Pero otros eran sencillamente narcos que necesitan ejércitos al servicio de sus negocios ilícitos. Castaño comprendió muy tarde que estos últimos, con su gran poder económico, terminarían por apoderarse de todo.

En 1999 Carlos Castaño renunció por primera vez a la jefatura de las autodefensas. Había hecho esfuerzos infructuosos para que los narcos, liderados por él, hicieran un pacto con la DEA. Como no lo logró, amenazó con marginarse de las AUC, pero no lo hizo. Fue sólo en 2002 cuando realmente se hizo a un lado. Para entonces, Castaño estaba haciendo contactos secretos con agentes de Estados Unidos y también había hecho pública una carta donde se ofrecía como intermediario para una negociación con los narcos más importantes del país. Convocó en Cartago (Valle), una cumbre a la que asistieron más de 100 capos de la droga. Su intención era explorar la posibilidad de un sometimiento a la justicia. Apenas la mitad de ellos siguieron a Castaño y firmaron una carta dirigida al Departamento de Estado donde manifestaban su voluntad de buscar caminos para resolver definitivamente el tema del narcotráfico. Ni 'Cuco Vanoy', ni 'Macaco' ni los 'Mellizos' firmaron la misiva. Según se supo después, Diego Montoya, 'Don Diego', cabeza del cartel del norte del Valle, tampoco la firmó porque sintió desconfianza de que hombres tan cercanos a Castaño se rehusaran a hacerlo.

En esa ocasión, igual que ahora, los abogados de los narcos sólo encontraron una fórmula jurídica para eludir la extradición: convertirlos en delincuentes políticos. En otras palabras, ponerles el camuflado y la insignia de las AUC. Meses después, Castaño admitió que se marginó de ese grupo porque "lo que querían era comprar impunidad".

Poco después, las contradicciones entre los paramilitares se volvieron insostenibles. La gota que rebosó la copa fue el secuestro del empresario venezolano Richard Boulton por un grupo de autodefensas en los Llanos Orientales. Este episodio desató la ira de Castaño, y en su momento también de Mancuso, que en agosto de 2002 declararon la defunción de las AUC. "Nos encontramos con una serie de grupos atomizados y altamente penetrados por el narcotráfico que, en muchos casos, pasaron de la confederación a la anarquía o perdieron sus principios", escribieron.

Al mismo tiempo se estaba librando una batalla campal entre dos frentes de las AUC en Antioquia. El Bloque Metro, comandado por 'Doblecero', un hombre leal a Castaño y que se opuso hasta el momento de su muerte al narcotráfico, y el Bloque Cacique Nutibara, comandado por 'Don Berna'. Este último era considerado entonces un narco tan poderoso, y quizá más, que Pablo Escobar. Luego de una batalla campal que dejó más de 300 muertos en decenas de combates en el oriente antioqueño y Medellín, 'Don Berna', como era de esperarse, ganó esa guerra. 'Doblecero', un ex oficial del Ejército de 37 años, de clase media de Medellín, con formación política y quien encarnaba al auténtico paramilitar, había sido derrotado. El narcotráfico se estaba tomando la cúpula de las autodefensas por todos los flancos.

Castaño pareció quemar las naves de las AUC cuando denunció públicamente al Bloque Central Bolívar -'Ernesto Báez', 'Macaco', 'Julián Bolívar' y 'Rafa' del Putumayo-, como narcotraficantes sin escrúpulos. Paradójicamente, cuando un periodista le preguntó por qué no incluía a su hermano Vicente en la lista de narcos, Castaño respondió: "Él no tiene que ver con el narcotráfico. Y agregó: Yo puedo renunciar a todo menos a un hermano".

Castaño, ya de por sí débil dentro de su organización, sufrió el golpe más duro de su vida. En septiembre de ese mismo año, cuando ya soplaban vientos de negociación con Álvaro Uribe, Estados Unidos lo solicitó formalmente en extradición. El pedido se realizó un día antes de que el recién electo Presidente llegara a Washington en su primera visita oficial. Un gesto que no pasó inadvertido para nadie.

La amargura de Castaño no podía ser mayor. Durante tres años había tenido todo tipo de acercamientos con la DEA y el Departamento de Justicia. Incluso tres agentes de la agencia antidrogas gringa estuvieron en Córdoba, reunidos con el jefe paramilitar, en agosto de ese mismo año. Al parecer, Castaño tenía tomada la decisión de entregarse. Estaba dispuesto a hacer un acuerdo para entregar información a cambio de beneficios jurídicos y de protección para su familia. La Corte Penal Internacional atormentaba a Castaño tanto como la inclusión de las AUC en la lista de grupos terroristas por parte de Estados Unidos. Si lograba una negociación con Washington, podría resguardarse allí para no ser juzgado como un criminal de guerra. Pero los hombres de la DEA le advirtieron en esa ocasión que sólo lograría un acuerdo después de entregarse, y que no podrían evitar que se expidiera la orden de extradición.

Castaño había liderado los acercamientos con Estados Unidos. Por eso cuando la solicitud de extradición se hizo pública, quedó inexorablemente debilitado. "Perdí mi autoridad moral y mi credibilidad", dijo entonces. Aun así, las comunicaciones con Estados Unidos se hicieron más intensas. En junio de 2003 el Departamento de Estado confirmó que tenía contactos con un 'asesor civil' de las autodefensas. Al mes siguiente, se firmó el acuerdo de Santa Fe Ralito que dio inicio formal al proceso de paz.

Durante los primeros meses en Ralito, las tensiones internas en las autodefensas eran evidentes. Castaño dejó su acostumbrada locuacidad mediática, y otros jefes como Mancuso, 'Don Berna' y 'Jorge 40' saltaron a la palestra pública. En la primera semana de abril de 2004, se conformó la mesa unificada de las AUC, que incluía al Bloque Central Bolívar. Carlos Castaño no aparecía como parte del equipo negociador. Había sido relevado de la dirección de las autodefensas. Los capos le habían ganado el pulso.

Había perdido la fe en el proceso que se iniciaba en Ralito y se afianzó en la idea que tenía febrilmente metida en la cabeza: negociar con el gobierno de Estados Unidos. Por eso, ese 16 de abril de 2004, antes de recibir los disparos que le quitaron la vida, Castaño le preguntó a 'Monoleche' por qué se atrevería a matar a un jefe de las autodefensas. "Porque usted es un torcido que está con la DEA", respondió el verdugo.

Punto de quiebre

Sobre el cadáver del jefe paramilitar, la estrategia de los narcos se pudo consumar. Capos de la droga de todas las regiones tuvieron cabida en la mesa de negociación de Ralito. Muchos se colaron desde el principio como jefes de autodefensa -'Gordolindo', los 'Mellizos' Mejía por ejemplo-. Otros como 'Rogelio' y 'Daniel', de la temida 'oficina de Envigado' -donde se gestan las peores vendettas de la mafia de Medellín- se hicieron en el camino como supuestos jefes del Bloque Héroes de Granada. Y el caso más increíble ocurrió apenas la semana pasada, cuando el gobierno aceptó a Juan Carlos 'El Tuso' Sierra como jefe paramilitar. Sierra es un traficante de droga y de armas, solicitado en extradición, a quien el gobierno, en un principio, le negó el reconocimiento como miembro de la mesa de Ralito por considerarlo un narcotraficante puro.

El asesinato de Castaño fue el punto de quiebre de la toma del paramilitarismo por parte del narcotráfico. Carlos Castaño se quedó corto en sus temores sobre lo que significaba que los narcos se adueñaran del aparato militar de los paras. En lo económico, el negocio de la droga pasó de ser protegido por pistoleros a sueldo en las ciudades a poderosos ejércitos que supervisan la salida de la droga en retaguardias inhóspitas. En lo político, temidos delincuentes adquirieron un estatus que les permite desmovilizarse y limpiar su prontuario criminal. En lo jurídico, importantes capos de la droga le hacen el quite a la extradición. Aunque en este tema, Estados Unidos y la justicia penal internacional tienen la ultima palabra y es por esta razón que el proceso no está blindado. La dilación en la aplicación de la Ley de Justicia y Paz y la incapacidad del gobierno para sacar un decreto reglamentario muestran los dilemas a los que se enfrenta un proceso que empezó teniendo sentados en la mesa a grupos de autodefensa, y terminó como una negociación con capos del narcotráfico.

Y en lo militar, a las autoridades les quedará mucho más difícil perseguir a los cabecillas de la droga y sus brazos criminales, ya que sus centros de operaciones están más en las montañas que en las ciudades donde el Estado es más fuerte.

Carlos Castaño fue un criminal despiadado, que bañó de sangre el país y que financió con coca sus ejércitos, como todos los demás. Para muchos, su muerte es apenas una demostración de que quien a hierro mata, a hierro muere. Sin embargo, este crimen es una impresionante parábola sobre el daño que el narcotráfico le puede hacer a una sociedad. Todas las guerras son crueles. Pero cuando detrás de los fusiles humeantes del conflicto está el poder corruptor del dinero, las cosas son aun peores. El asesinato de Carlos Castaño es el reflejo de la inmoralidad y la sevicia a las que puede llegar una guerra cuando ha sido tomada por el narcotráfico.
Semana.com ©2000.
Todos los derechos reservados.

lunes, agosto 14, 2006

Una colombiana y un brasileño graban alrededor del mundo un documental sobre la imagen del Che


La codirectora del documental Adriana Mariño (con la cámara) graba a Long Hair (con micrófono), un parlamentario de Hong Kong, durante una manifestación. Long Hair siempre viste con camisetas del Che


Revista Semana Agosto 14 de 2006

Cultura

El máximo hasta dónde la imagen del Che Guevara ha sido reinterpretada en los países más diversos del planeta.



Durante los días que antecedieron el enfrentamiento entre Hezbolá y el ejército israelí, el musical más famoso de Beirut, que tenía agotadas sus entradas durante los meses de julio y agosto, estaba dedicado a la vida del Che Guevara. Un Che muerto reflexionaba y analizaba sobre lo que había hecho durante sus 39 años de vida, al tiempo que los episodios más importantes de su existencia eran recreados en el escenario durante tres horas por 60 actores y bailarines. Pasará mucho tiempo para que este musical se pueda volver a representar en Beirut (si es que se puede volver a hacer), pero los directores del documental PersonalChe alcanzaron a grabarlo. Ellos viajaron hasta allí para ver cómo en Líbano se interpretaba la vida de quien se ha convertido en el ícono más reconocido en todo el mundo.



Entender lo que hay detrás de la leyenda del Che motivó a la colombiana Adriana Mariño y al brasileño Douglas Duarte a realizar este documental que estarán terminando a comienzos de 2007, cuando se cumplan 40 años de la muerte del líder revolucionario. "La idea no es hacer un juicio moral sobre lo que fue el Che. Ni tampoco queremos reconstruir su vida, lo que pretendemos es mostrar por qué no ha muerto", explica Adriana, quien, junto con Douglas, ha visitado 12 países en busca de personas que hubieran tenido relación con este personaje: sus biógrafos, sus amigos, sus fotógrafos, sus seguidores. La intención era buscar las diferentes maneras como se han reinterpretado la imagen y el pensamiento del Che a través de estos años.



Se dice que el Che ícono ha sobrepasado a la imagen del Che revolucionario. Incluso Oliviero Toscani, el genio detrás de la campaña publicitaria de Benetton, llegó a decir para el documental (Adriana y Douglas viajaron hasta Pisa, Italia, para hablar con él) que "el Che no existe, lo que existe es su imagen". Todo puede ser cierto. Pero lo que sí está claro es que sigue más vigente que nunca. Esto tiene su origen en esa reproducción en la que el Che mira de reojo furiosamente hacia el infinito y que ha sido impresa y reimpresa hasta el cansancio en camisetas, paredes, mugs, banderas, tatuajes, carteras y mil objetos más.



La imagen de ese Che de 30 años, que quedó reflejada en la foto que Alberto Korda le tomó una mañana de marzo de 1960 durante un funeral en La Habana y que fue manipulada entre otros por el irlandés Jim Fitzpatrick (hasta Dublín llegó el equipo del documental), la utilizan y ven millones de personas que ni siquiera saben ya quién fue él. "¿Es él? Yo creía que era una estrella de rock", le dijo un día a Adriana un alto funcionario del gobierno estadounidense, quien había asegurado que no sabía quién era ese hombre. "El Che era muy atractivo para fotografiar. Regañaba a los fotógrafos por gastar tantos rollos en él, pero nunca pararon de tomarle fotos. Tenía un magnetismo impresionante", cuenta Adriana.



Pero más allá de haberse convertido en el gran ícono gráfico del siglo pasado, el Che también se ha convertido en el norte de las vidas de muchas personas. Adriana y Douglas han detectado a través de su investigación cómo muchas personas han hecho de este personaje casi un dios. "El actor del musical en Beirut nos dijo que desde que interpretaba el personaje del Che se sentía una persona distinta y ha hecho que sus amigos le llamen'Che'", cuenta Adriana. Pero él no es el único. En Hong Kong hay un parlamentario llamado Long Hair que dice que el espíritu del argentino ha invadido su cuerpo. Este hombre no utiliza traje de corbata, como todos los miembros del Parlamento, sino que lleva una camiseta con la imagen del Che. Y en Alemania hay grupos de ultraderecha que lo tienen como símbolo.



En Vallegrande, Bolivia, donde fue asesinado en octubre de 1967, este argentino se ha convertido en un santo al cual le rezan y le piden milagros. La tumba donde estuvieron depositados sus restos por muchos años se ha convertido en un lugar de peregrinación. Afiches con su imagen están pegados en las paredes de casi todas las casas del pueblo. En Cuba, por su parte, es un héroe. A pesar de los años para los cubanos no ha muerto la imagen del Che como el gran símbolo de la lucha antiestablecimiento.



Se dice que el hecho de que el Che muriera joven ayudó para que su imagen haya permanecido viva durante todos estos años y para que su leyenda llegara hasta los sitios más escondidos del planeta. También se dice que el hecho de que su imagen manipulada apareciera en la escena internacional en el momento en que la nueva ola del pop art se relacionaba con el negocio musical ayudó a expandir este símbolo por todo el mundo. Se dice que se convirtió en un ícono como le habría podido suceder a cualquier otro personaje. Se dicen muchas cosas. Pero la verdad es que no deja de ser paradójico que ese "guerrillero heroico" que luchaba contra el imperialismo terminara por ser uno de los íconos más globalizados del mundo y de la sociedad de consumo. Un personaje cuya leyenda es mucho más rica que su misma historia, tal como queda demostrado en PersonalChe.

Semana.com ©2000.

Todos los derechos reservados.

 

Semana Agosto 14 de 2006 - Sanguinarios de podio

 Sanguinarios de podio

A lo largo de la historia los asesinos seriales han hecho su aparición en todo el mundo

Ted Bundy: tenía vidas paralelas: en la cotidianidad era un hombre romántico y cariñoso con sus novias, pero algunas noches salía a dar rienda suelta a su brutalidad. Usaba una venda en el brazo simulando una rotura para pedirle a su víctima que lo ayudara a cargar algún objeto pesado. Cuando lograba atraerlas, les mordía todo el cuerpo y las asesinaba. Se le atribuyen 20 asesinatos en Estados Unidos y 28 en Canadá. En 1989 fue condenado a la silla eléctrica.

Jeffrey Dahmer, el asesino de Milwaukee: asesinó a 18 jóvenes homosexuales, los desmembró y se comió parte de sus cuerpos. Confesó que comer carne joven le propiciaba una erección permanente. En una ocasión guardó los genitales en recipientes con formol e hirvió la carne de los cráneos de algunas de sus víctimas para conservarlos como trofeos.

Andrei Chikatilo: asesinó a 52 menores de ambos sexos en Rusia entre la década de los 70 y 90. Su impotencia sexual desaparecía cuando veía la sangre de sus víctimas. Por eso las acuchillaba mientras las violaba. En alguna entrevista dijo “Yo soy un error de la naturaleza, una bestia enfadada”. Fue ejecutado en la cárcel de Moscú, en 1994.

Henry Lee Lucas y Ottis Toole: durante la década de los 70, este par de necrófilos norteamericanos se unieron para asesinar a 200 personas entre hombres y mujeres. Los violaban, los desmembraban y después volvían a violarlos. Cuando terminaban, repartían los trozos de cuerpo por todo el país. Henry Lee tuvo una relación afectiva con una sobrina de Ottis, pero cuando se cansó de ella la asesinó de una puñalada en el corazón y la violó. Después diría que ese fue el mejor sexo que tuvo con su chica.
Bruno Ludke: nadie en Berlín podía creer que ese hombre grande y bonachón que llevaba a domicilio la ropa de la lavandería fuera el asesino de 85 mujeres. En 1928 sintió el placer que le proporcionaba atacar a mujeres solitarias, estrangularlas y violar sus cadáveres. Desde entonces continuó con su ola criminal hasta que en 1943 lo detuvieron las autoridades.

Gilles de Rais, Barba azul: en 1440 se encontraron despedazados 50 cuerpos de adolescentes en la propiedad del barón francés. Confesó haber asesinado a 140 jóvenes y admitió el placer que le producía sentarse en sus estómagos y ver cómo agonizaban lentamente. Después besaba los cuerpos inermes, especialmente de quienes tenían los genitales más bellos. Fue quemado en la hoguera en 1440.

Semana, Agosto 14 de 2006 - ‘El demonio de las vírgenes’

‘El demonio de las vírgenes’

Este hombre culto y de buena familia les sacaba los órganos a las mujeres que asesinaba.

Quienes conocieron a Daniel Camargo Barbosa dicen que era un tipo inteligente, culto y con una envidiable habilidad para los idiomas: hablaba tres sin dificultad. Cuando cumplió 29 años se casó con Alcira Castillo, una bogotana de familia tradicional como la de él. Pero la que parecía una vida estable se vino al piso siete años después, cuando Camargo encontró en la cama a su mujer con otro. Desde ese momento se obsesionó con la idea de que la virginidad de las mujeres debía ser para él, y entonces comenzó a violar jovencitas entre los 19 y los 23 años. Una de ellas lo denunció y Camargo terminó seis años en la cárcel. Al salir de prisión decidió que no bastaba lo que hacía: las mujeres también debían ser asesinadas.



En mayo de 1974 fue detenido y condenado a 25 años de prisión en la penitenciaria de Gorgona por haber violado y asesinado a una mujer. La cárcel más segura del país en ese entonces no logró retenerlo y una tarde, cuando llevaba 10 años de condena, se voló. Durante 15 meses pudo escabullirse de la Policía, pero finalmente fue detenido en Ecuador, donde fue a buscar víctimas para satisfacer su placer y su odio. Confesó haber violado y asesinado a 71 mujeres en Colombia y Ecuador, “como venganza de su infidelidad”. Cuando le preguntaron por qué les había arrancado el corazón, los pulmones y los riñones a varias de ellas, contestó “Eso es mentira. Como mucho le habré sacado el corazón, que es el órgano del amor”. Camargo fue asesinado en 1994 en una cárcel ecuatoriana por un familiar de una de sus víctimas 

Semana, Agosto 14 de 2006 - ‘El asesino de los cañaduzales’

 ‘El asesino de los cañaduzales’

Atraía a sus víctimas con su oficio de paletero. Purga una condena de 26 años por asesinar a 20 niños.

A Manuel Octavio Bermúdez lo acusan de haber violado y asesinado a 32 niños entre 1999 y 2003. Durante cuatro años, el artífice de la obra sangrienta no tenía identidad, pero era conocido como ‘El asesino de los cañaduzales’ por el lugar en el que destrozaba a sus víctimas. Bermúdez nació en 1961 en Trujillo, un municipio de la cordillera vallecaucana. Se casó y fue un padre de familia aparentemente normal. A los ojos del pueblo era paletero y recorría otros municipios con su carrito de helados para sostener a sus dos hijos. Pero la verdad se escondía entre las varas de la caña de azúcar.

Su oficio era ideal para acercarse a los niños de las zonas pobres y calientes donde sabía que la promesa de un empleo como vendedor de refrescos le permitiría ganarse su confianza. Cuando los tenía entusiasmados caían sedados y se los llevaba a algún cañaduzal para violarlos y asesinarlos.

El 19 de julio de 2003, dos días después de asesinar a su última víctima, fue capturado en Pradera, Valle. Durante el juicio aseguró una y otra vez que “tenía que matarlos” porque después podría ser reconocido por los jóvenes y ser acusado de violación. Bermúdez, que meses atrás había abandonado a su familia, vivía en una diminuta habitación empapelada con los recortes de prensa que relataban cada una de las muertes. En el lugar sólo cabía su cama y una colección de relojes, zapatos, cordones y prendas íntimas de sus víctimas, ‘recuerdos’ que guardaba cuidadosamente como trofeos. Actualmente paga una condena de 26 años en la cárcel San Isidro en Popayán por el asesinato de los 20 jóvenes que en el juicio aceptó haber matado.

Semana, Agosto 14 2006 - El monstruo de los Andes’

‘El monstruo de los Andes’

El responsable de violar y asesinar al menos a 130 niñas anda suelto.

Pedro Alonso López es tolimense, pero tiene alma de nómada y corazón de asesino. En sus recorridos por los pueblos de Colombia, Perú y Ecuador iba a las plazas de mercado a escoger sus víctimas, sin afanes, como quien selecciona las mejores reses. Entre todas, sus favoritas eran las mayorcitas de 9 años, pero que nunca sobrepasaran los 13. Cuidadosamente se les acercaba y las convencía de acompañarlo a comprar un dulce que compartiría con ellas. En pasajes desolados las violaba y después las estrangulaba lentamente, siempre a la luz del día para poder ver en sus ojos como se les extinguía la vida. En la única entrevista que ha dado, dijo que prefería a las ecuatorianas, “son más dóciles y más confiadas e inocentes, no son como las muchachas colombianas, que sospechan de extraños”.

El prontuario de López comenzó en su propia casa, en 1957. Un amanecer, cuando su madre llegó después de horas de cambiar sexo por centavos, descubrió en medio de la penumbra a su hijo de 8 años intentando abusar sexualmente de una de sus hermanas. Con las primeras luces del día le sacó la ropa para que nunca volviera. Y jamás volvió. Durante años rodó de pueblo en pueblo y de cárcel en cárcel. El primer ‘canazo’ se lo ganó en 1969 por el robo de un carro y al poco tiempo de estar preso fue violado por un grupo de reos. López tenía 20 años, pero no le tembló el pulso para asesinarlos. Cuando salió de la cárcel, nueve años después, comenzó su cadena de asesinatos en los países andinos.

En Perú, violó y mató alrededor de 100 niñas de distintas tribus indígenas. Justamente en el momento en que intentaba llevarse una pequeña ayacucha fue atrapado por la tribu para enjuiciarlo. Una misionera estadounidense convenció a los indígenas de dejar que las autoridades se encargaran de castigarlo, y le salvó el pellejo. La mujer lo llevó a la Policía, pero pocas horas después quedó libre y continuó su recorrido por otros pueblos, hasta llegar a Ambato, en Ecuador. A los pocos días de su llegada, las noticias empezaron a alertar sobre la desaparición de niñas. Un día de 1980, un aguacero torrencial desenterró los cuerpos de cuatro menores que tenían señales de haber sido sometidas a vejámenes sexuales antes de su muerte.

‘El Monstruo’ fue atrapado cuando trataba de convencer a su siguiente víctima. Con vanidad confesó ser el autor de la muerte de esas cuatro niñas y de por lo menos otras 130 en ese país. Aunque fue condenado a 30 años, logró una amplia rebaja de penas y en 1993, después de pagar una condena de 13 años, López salió bajo libertad provisional. Desde ese día se perdió su rastro. Cinco años después de salir de la cárcel, la Interpol encendió las alarmas cuando comenzaron a aparecer otros casos de violación y asesinato de menores en el Amazonas colombiano y peruano, iguales a los que López solía cometer. Las autoridades emprendieron su búsqueda, pero hasta el momento, el hombre que dejó 300 víctimas en su recorrido por los tres países andinos anda suelto.

Semana Agosto 14 2006 La ‘Bestia’

La ‘Bestia’

Uno de los asesinos en serie más sangrientos de la historia nació en Génova, Quindío. La ‘Bestia’ confesó haber violado, acuchillado y desmembrado a 140 niños, pero se cree que sus víctimas fueron más de 190.



Cuando un niño encontró decenas de huesos en una vereda de Pereira mientras jugaba, la Policía pensó que se trataba de una secta satánica que sacrificaba menores en sus ritos. El descubrimiento se repitió en otras regiones y las autoridades, después de un año y medio de investigaciones, encontraron que detrás de los crímenes estaba una sola persona que torturaba y asesinaba siempre en la misma forma. Era Luis Alfredo Garavito.

El asesino estaba detenido en la cárcel de Villavicencio bajo otro nombre, acusado de agresión sexual a un menor. Cuando lo interrogaron por los asesinatos se sintió acorralado y tras pedir perdón por lo que iba a confesar, sacó una libreta en la que tenía anotado cada uno de sus crímenes.

A sangre fría describió la forma como violó y apuñaló a las víctimas de las 60 poblaciones que visitó entre 1992 y 1999. Sus preferidos –dijo– eran los jovencitos pobres, estudiantes y campesinos que tuvieran más de 8 años y menos de 16. Los escogía en lugares públicos, se ganaba su confianza invitándolos a comer o a tomar algún refresco y los llevaba a caminar hasta algún paraje desolado donde podía dar rienda suelta a su sevicia. Terminada su obra, hacía un mapa del lugar en el que los enterraba, y guardaba una prenda de la víctima. En su defensa dijo que en su juventud le vendió el alma al diablo y que por eso masacraba niños.

Garavito no era un genio del crimen, según lo determinó el perfil sicológico que le hicieron, pero sí un ser con ganas de vengar los malos tratos y las violaciones que sufrió cuando era niño. Es depresivo, tiene tendencias suicidas y un carácter irritable que lo hace enfurecerse fácilmente, especialmente si lo critican. Tiene un ego tan grande como la lista de sus víctimas y una constante necesidad de sentirse poderoso. Por eso coleccionaba cada noticia que salía publicada sobre sus atrocidades.

Actualmente está preso en la cárcel de alta seguridad de Valledupar y hace poco salió ante las cámaras de televisión haciendo un acto de contrición que nadie creyó. Contrario al efecto que quiso causar en la gente, la furia y la preocupación fueron generales cuando se supo que en pocos años quedaría libre por cuenta de la rebaja de penas que avala el Código Penal. Por más de que manifestara sus intereses altruistas de montar un asilo para menores o trabajar en la política para la defensa de los demás, los siquiatras saben que es una artimaña comúnmente usada por los asesinos en serie para salir y poder continuar dejando su rastro de sangre y muerte. Porque Luis Alfredo Garavito, ese temible personaje de 42 años, no sacia fácilmente sus ansias de matar.

Hace tres semanas, un juez de Florencia, Caquetá, anunció que Garavito tiene pendiente otra sentencia que lo condenó a 23 años de cárcel por el asesinato de un menor de la región. El juez de Valledupar ya fue notificado para evitar que la ‘Bestia’ ande suelta.

Semana, Agosto 14 2006 - Perfil de un asesino en serie

Los perfiladores criminales han confirmado a lo largo de los años que casi todos los asesinos en serie son sicópatas. Nunca pierden el contacto con la realidad y cuando cometen un crimen saben perfectamente que lo están haciendo. Desafiar las normas sociales es, precisamente, lo que los satisface. Y no sienten culpa. Si lo dicen es para salvar su pellejo o alcanzar la libertad, pero nunca se arrepienten de lo que han hecho. Por eso, el consenso entre los siquiatras es que los sicópatas jamás se curan.

Usualmente son obsesivos, meticulosos y ególatras. No se creen el centro del universo sino el universo mismo, pero sus instintos asesinos pasan inadvertidos, a tal punto que ni siquiera quien comparte su cama imagina que duerme con un depredador. Los que han experimentado en la infancia acontecimientos traumáticos son de carácter más solitario y reservado. Crean en su cabeza un mundo propio donde son amos y señores, y nadie puede hacerles daño.

La criminóloga española Pilar Abeijón dice que los asesinos en serie pueden pasar semanas o meses planeando cómo atacar a su víctima, pero por lo general nunca quedan plenamente satisfechos porque la realidad no es tan perfecta como su imaginación. Siempre necesitan volver a planear cómo corregir ciertos detalles y así perfeccionar 'su obra de arte'. Escoger a su víctima, planear el crimen, los hace sentirse superiores, pero esa sensación se desvanece con el tiempo y es en ese momento cuando deciden pasar a la acción para recuperar el estado de gozo que les producía la fantasía. El modus operandi puede cambiar en la medida en que el asesino vaya evolucionando, pero lo que nunca cambiará es la razón sicológica por la que comete los asesinatos.


El crimen es un ritual en el que compensan sus frustraciones sexuales con el acto de matar. Tener poder sobre la víctima, oler su miedo, oír sus gritos, los excita. La tortura física y sicológica los hace sentir pequeños dioses que deciden perdonar o quitar la vida. Eso es lo que les produce verdadera satisfacción sexual, aun cuando no haya acceso carnal. Roger Depue, agente del FBI curtido en el tema, dice: "El violador experimenta el deseo de someter. El asesino en serie quiere apropiarse de la vida de su víctima. Para él la violación es secundaria, pero no el sentimiento de poder". Su ego es tan grande, que se embelesan con su crimen y cada nota de prensa sobre las muertes de las que fue artífice los llenan de gloria, por eso es usual encontrarles recortes de periódicos en los que salió reseñada su obra sangrienta.

Son seres profundamente perfeccionistas e intolerantes a la crítica, tanto es así, que más de uno ha caído en las redes de las autoridades por cuenta de su meticulosidad. En Estados Unidos y Europa es común utilizar la prensa como una trampa de ratas. Los investigadores que están tras la pista de un asesino en serie entregan a los periodistas información errada sobre uno de sus crímenes para que la publiquen. El prestigio, para este tipo de asesinos, es más importante que nada, por eso saben que más temprano que tarde van a llamar para rectificar la información. Las llamadas son rastreadas y caen.

Revista Semana, Agosto 14 de 2006, Asesinos en Serie en Colombia



 
Revista Semana, Agosto 14 de 2006

perfiles
Asesinos por naturaleza

El submundo criminal de Colombia tiene una dimensión aterradora y poco conocida: en el país los asesinatos en serie son mucho más numerosos de lo que se cree.

Una ola de muertes selectivas tiene en vilo a las autoridades colombianas. Esta vez la comunidad homosexual está poniendo los muertos. En el último año, ocho hombres han aparecido asesinados en Bogotá, por asfixia mecánica, que es como llaman en este caso las autoridades a quienes mueren estrangulados. Uno de los casos más comentados fue el de Félix Rodríguez, dueño de la Pantera Roja, una famosa discoteca gay de la ciudad, ahorcado hace dos meses en su apartamento de la calle 45 con carrera 13. Pocas semanas después apareció otro cadáver con las mismas señales y un perfil que encaja en el de las demás víctimas: hombres homosexuales entre los 35 y los 45 años, con buen nivel educativo y económico. El modus operandi también coincide. El homicida usa un cable para estrangular a su víctima hasta que agote la última reserva de oxígeno, pero antes lo golpea brutalmente en su cara y sus genitales.

Los criminólogos todavía no están seguros, pero las coincidencias llevan a considerar que se puede tratar de un asesino en serie. "Hay que estudiarlo, los encargados de los perfiles criminales están haciendo el trabajo. No se puede asegurar, pero tampoco se puede descartar", dice Máximo Duque, director de Medicina Legal. Es extraño que un asesino en serie cometa el crimen en la casa de la víctima. Entrar a un lugar donde pueden dejar rastro supone un riesgo muy alto. Pero con los asesinos en serie nunca se sabe. Su sicología intrigante y la necesidad de sentirse todopoderosos los puede llevar a cometer los crímenes más desconcertantes. Finalmente son megalómanos que juegan a ser pequeños dioses o artistas de la muerte (ver recuadro).

La frialdad con la que Luis Alfredo Garavito relató hace algunas semanas cómo asesinó a centenares de niños, espantó al país. Es difícil creer que con voz pausada y serena haya podido contar detalladamente tanta atrocidad. Pero Garavito no es el único que ha dejado su rastro de sangre en Colombia.


Perfil de un asesino en serie
La ‘Bestia’
‘El monstruo de los Andes’
‘El asesino de los cañaduzales’
‘El demonio de las vírgenes’
Sanguinarios de podio


PUBLICIDAD
Actualmente, en la cárcel de San Isidro en Popayán, Manuel Octavio Bermúdez, el 'Asesino de los cañaduzales', cumple una condena por el asesinato de 32 menores a quienes violaba y golpeaba antes de matarlos. Los brutales crímenes fueron cometidos entre 1999 y 2003 en Valle del Cauca. El tolimense Pedro Alonso López, conocido como el 'Monstruo de los Andes', está entre los tres asesinos en serie que más vidas han cobrado en el mundo. Asesinó a 300 niñas en los años 70 en Colombia, Perú y Ecuador, y pagó una condena de 13 años en una cárcel ecuatoriana. Cinco años después de que quedó libre volvieron a aparecer menores asesinadas en las mismas condiciones, pero sigue libre. Daniel Camargo recorrió Colombia y Ecuador en las décadas de losl 70 y 80 violando y matando a 71 mujeres entre los 19 y los 23 años para vengar la infidelidad de su esposa (ver perfiles). Muchos otros, según creen las autoridades, han dejado su obra de sangre y muerte sin ser detectados jamás.

A Garavito lo capturaron, pero siete años después de su último crimen, está a las puertas de la libertad. La posibilidad de que en poco tiempo le entreguen la boleta de salida despertó la indignación de la gente y develó los problemas de una justicia ineficiente y un Código Penal laxo que admite rebajas de pena, incluso, para delincuentes atroces como él. En Colombia la condena máxima es de 40 años y como no está contemplada la acumulación de penas, da lo mismo matar uno que los 190 que se le atribuyen. De no ser así, Garavito tendría una condena de 1.853 años de prisión, como mínimo.

Entre 1992 y 1999 estuvo suelto, violando y asesinando decenas de niños, sin que las autoridades lo detuvieran. Cuando los investigadores empezaron a atar cabos y a seguirle el rastro, ya había pasado un lustro de crímenes. Un año y medio después, finalmente dieron con el autor. La misma ineficiencia demostró la justicia con Pedro Alonso López, que terminó siendo encarcelado por las autoridades ecuatorianas, aunque haya dejado también aquí un centenar de muertos.

Seguir el rastro de un asesino en serie no es fácil porque, precisamente, uno de sus objetivos es cometer crímenes perfectos. Pero la mayoría de las veces pasan años sin que los investigadores relacionen unos homicidios con otros y se pongan tras la pista de una misma persona. Los mismos obstáculos tenían los oficiales del FBI antes de que el agente y sicólogo Robert Ressler creara el 'Proyecto de Investigación de la Personalidad Criminal'. Este trabajo dio vida al National Center for the analysis of violent crimes, una organización que posee una inmensa base de datos de los homicidios cometidos en Estados Unidos. Ese instrumento le permite a la Policía encontrar similitudes entre distintos crímenes, para buscar un agresor común.

En Colombia, desde mayo pasado está funcionando la única Unidad especializada de comportamiento criminal de América Latina. Las deficiencias en el método de investigación llevaron a las autoridades a crear un grupo de especialistas e investigadores del CTI, la Policía, el DAS y Medicina Legal para que realizaran los perfiles de distintos crímenes con base en la información recogida por la Policía judicial.

Pero todo eso será insuficiente si no se abre el debate sobre la necesidad de que el Código Penal se endurezca y se limiten las reducciones de penas para atrocidades como las cometidas a plena conciencia por los sicópatas. Los hospitales siquiátricos no son la solución porque 'los monstruos humanos' -como se les ha llamado- sufren de un trastorno de la personalidad, no mental. Por eso, una vez quedan en libertad, continúan con su obra sangrienta. Las diferentes escuelas siquiátricas ya lo han dicho: estos seres enfermizos no tienen cura. Son asesinos por naturaleza.